21/06/2013
Ya durante el transcurso del Máster en Cooperación al Desarrollo y Gestión de ONGD de ETEA mi inquietud por la región asiática era patente, sobre todo debido al reto que representaba para mí el choque cultural y la oportunidad de aprendizaje personal y profesional que ello implicaba. Por este motivo, tras trabajar en Centroamérica con Naciones Unidas, cuando se me planteó la posibilidad de colaborar con el proyecto Concertación social y empoderamiento económico, con equidad de género, en territorios rurales de Stung Treng y Ratanakiri (en adelante SPEE) en Camboya, no me lo pensé dos veces.Siempre he pensado que uno de los elementos claves para conseguir una transformación en el terreno en el que se plantea una intervención de cooperación al desarrollo es el del empoderamiento a todos lo niveles, y en ese sentido el proyecto de la Fundación ETEA en Camboya representa para mí un gran ejemplo.
El primer nivel de dicho empoderamiento viene representado por la conformación de un equipo local identificado y empoderado con los objetivos del proyecto y el desarrollo de su zona, y ese era el caso de los colegas involucrados en SPEE. Los miembros del equipo de ETEA eran líderes convencidos de la necesidad de “tomar las riendas” en diferentes niveles para salir de la pobreza, y de que nadie si no ellos y ellas eran el camino más corto, efectivo y sostenible para hacerlo.
Asimismo, para el empoderamiento cierto y efectivo de los beneficiarios, resulta crucial la creación de un clima de confianza y cercanía entre los responsables de la ejecución de las distintas actividades y los participantes en las mismas. A este respecto mi conclusión tras mi experiencia con la Fundación ETEA es que los ejecutores locales de las actividades, entre otras razones por el idioma, deben llevar el peso principal de las acciones que se desarrollen directamente con beneficiarios, debiendo pasar el técnico expatriado a un segundo plano salvo en momento muy puntuales.
Por otro lado, y de nuevo según mi opinión, una de las carencias que enfrenta la cooperación internacional en los países en los que ejecuta proyectos es la lejanía, tanto física como emocional, que dista entre organizaciones y beneficiarios.
La primera viene dada por el hecho de que la gran mayoría de decisiones relativas a los proyectos se toman desde las oficinas ubicadas generalmente en las capitales de los países correspondientes, que en el caso de Camboya y muchos otros, se encuentran a una gran distancia del desarrollo de la acción del proyecto. Obviamente, a efectos administrativos y de representación institucional, las capitales suelen ser el centro neurálgico. Sin embargo, esta circunstancia no debería comprometer hasta tal extremo el espacio físico en el que se llevan a cabo los procesos decisorios.
En marco del proyecto de ETEA en Camboya las referidas distancias de alguna forma se consiguieron reducir a través de prácticas en principio no de tanta relevancia, pero que al fin y a la postre sirven para acercar la cooperación internacional y la realidad local.
En este sentido cabe destacar el hecho de que la sede y base de operaciones en Camboya del proyecto se encontraba situada en Banlung, la capital de la provincia de Ratanakiri, permitiendo de esta forma un mejor seguimiento de las actividades del proyecto y facilitando así la sensación de proximidad y empatía entre equipo implementador y beneficiarios.
Continuará en la parte II